NUESTRO ÚLTIMO BAILE: RESEÑA DE “AFTERSUN” / Agustina Sterrantino

“And love dares you to care for
The people on the edge of the night
And love dares you to change our way of
Caring about ourselves
This is our last dance
This is our last dance
This is ourselves under pressure”

Under Pressure

Cada verano tiene su epílogo, su álbum, sus olas de calor, su canción.

Además de hablar de la elevada sensación térmica, este verano rosarino tuvo charla, mucha charla: es que con los amigos uno entabla esas conversaciones que son infinitas.

Entre todas las cosas que se hablaron los chicos mencionaron una película…

Cuando regresé a casa olvidé cuál era.

¿“Summer”?

¿“Sunset”?

¡Aftersun!

Afternsun en inglés; after: después, sun: sol. Suele llamarse así a una crema que se le pone a la piel afectada por la exposición al sol.

Al volver al invierno catalán la busco en cartelera, pero sólo la encuentro en un cine pequeñito del barrio gótico de Barcelona que tiene la particularidad de hacer sesiones continuadas (pagás una entrada y podes ver todas las películas del día), y además las versiones de las películas son las originales, lo que en Argentina esto no sería un dato a destacar, pero en España sí porque todo se dobla al castellano. (¿Cómo habrán hecho para comprender el final de la sexta temporada de “Games of Thrones” en donde se entiende, a partir de la sonoridad de las palabras en inglés  que el personaje de Hodor lleva ese nombre?)

Aftersun es una película sensorial, hecha de sensibles partículas que en su trama contiene: imágenes, flashes, reflejos, letras de canciones, silencios y también diálogos.

Aftersun podría ser un sueño, un manojo de imágenes de esas vacaciones en la costa de Turquía, un déjà vu  o también esa alfombra turca que en su composición de dibujos entrama siempre un jeroglífico diferente. La mayoría de las imágenes se corresponden con las vacaciones de una niña de 11 años con su padre, que como dice la canción de Freddie Mercury y David Bowie, está “sobre el filo de la noche”.

***

El verano, ese tiempo otro. ¿Cuál habrá sido el verano que aprendí a nadar? Aquel en el que me solté de los brazos de mi madre y me animé a conquistar el agua. Que desafío nadar hacia abajo y tocar la rejilla de la pileta, que es como el agujero negro de las piletas.  ¿Irán a parar allí los recuerdos borrados de todos nuestros veranos pasados?

 ***

Una vez terminado el verano, mi hijo descubrió la goma de borrar, objeto que resulta problemático cuando no cumple su función si lo que se intenta borrar está escrito con tinta. Ante su llamado desesperado por no lograr borrar eso que no le gustaba, hemos transformado los dibujos: una mancha derivó en una nube, un rayón en una estrella fugaz. Otra estrategia fue cortar papel blanco y  pegarlo en la zona errática de la hoja. El resultado era un chanchullo de colores unos sobre otros y trozos de papeles pegados con cinta scotch. Hasta hace poco el pequeño dibujaba dejando fluir sus dedos por las hojas como si se tratara de un baile, un garabato con una mano, otro con la otra hasta que un día el mundo se dividió entre el bien y el mal. Fue ahí cuando apareció la goma y la posibilidad de borrar. Confieso que en un principio me dio cierta pena ese pasaje, pero a la vez, pienso que resulta aliviador contar con la posibilidad de borrar. Qué tormento sería no poder borrar nada. Dibujarlo todo. Decirlo todo. Recordarlo todo.

***

Cuando visité el museo de Freud en Viena me traje de “recuerdo” un lápiz que decía: inscripción

Y una goma de borrar que decía: represión. El lápiz lo perdí, la goma de borrar la conservo.

***

¿Qué es un recuerdo, además de esos objetos pequeñitos que suelen venderse en los aeropuertos o centro de las ciudades que reciben turistas?

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En su libro Ese tiempo que no pasa, el psicoanalista Jean Pontalis dice que la idea que nos hacemos de la memoria es relativamente simple: la identificamos con un almacén de recuerdos, un desván en lo alto de la casa, un sótano en el subsuelo. Poco importa el lugar en el que están guardados. Algún esfuerzo debe ser necesario para permitir su evocación, para recordarlos (están alejados, no perdidos).

Nuestros recuerdos, aunque sintamos que nos pertenecen, están siempre, poco más o poco menos deformados, reorganizados, reconstruidos. Todos nuestros recuerdos son pantallas, no porque oculten otros, sino porque en su condición de pequeña escena contienen y a la vez disimulan huellas. A esas huellas debe el recuerdo su vivacidad. El recuerdo sólo se conserva si en él se han depositado huellas.

A la huella mnémica Freud la entiende muchas veces como en el sentido de un engrama, es decir, la impresión que deja un acontecimiento. 

Trazado de huellas: la represión no actúa sobre el acontecimiento o los recuerdos sino sobre las conexiones en las huellas, sobre el trazado entre ellas.

 Aftersun evoca precisamente eso: es la puesta en escena de cómo esas rutas se van trazando, las que se inscribieron pero también las conexiones que fueron borradas y olvidadas. Sobre todo en las escenas en donde aparece Sophie, la niña protagonista, en su versión adulta.

Es de una gran delicadeza cómo se cuenta ese mundo íntimo de la nena que ese verano parece despedirse no sólo de su padre, que vive en otra ciudad, sino también de su infancia.

***

Estoy en el cine. La película transcurre mientras yo tengo un poco de frío y hambre: confieso que en un momento tengo ganas de irme a casa. Mientras me estoy tapando con mi saco de pana me sorprende la canción “Under pressure” y comienza a desarrollarse lo que para mí es la escena en donde se condensan todos los fotogramas de la película. Una configuración que por momentos pareciera tener el formato de un folioscopio, que son esos libritos tipo infantiles,  en donde las imágenes se transcurren progresivamente con cierta velocidad de una página a la otra dando sensación de movimiento. Pero, a la vez, es una pista de baile en una discoteca en donde suceden esas luces con flashes que se encienden y se apagan. Esa escena es pasado y presente, es la vigencia de las huellas, lo vívido de los recuerdos, lo opaco de los sucesos. Es memoria y olvido. Es trazado y borrado. Es grito y silencio.  

El final de la película

El final del verano.

Un padre

Una hija

Un aeropuerto.

Y un nudo en mi garganta.

Ilustración: Juan Cruz Catena


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