GUORST JITS / Franco Romanini

5to aniversario de chongos

Me acerque despacio y le pregunté

Si me estaba mirando a mí y

Y en caso de ser así

Si quería venir a mi casa y convertirse en mi chonga para siempre

Me dijo que sí a la primera pregunta

Y qué carajo te pasa a la segunda

Le dije que no me pasaba nada

Me dijo entonces voy

Le dije que antes me tenía que decir si estaba buena

Me miro raro

Le dije no me doy cuenta

Me preguntó si era ciego o pelotudo

Y me dijo también que si seguía diciendo esas cosas

Iba a tener que hacer un cartel que dijera qué carajo te pasa

La miré fijo, metí presión

Me dijo que estaba más buena que ser feliz

Le dije entonces te la re pongo

Date una vueltita

Uh esa burra tendría que ser patrimonio de la humanidad

Pará que llamo a la Unesco

Nos fuimos y en el camino

Me preguntó si tenía forros

Le dije para qué

Sacó su cartel de qué carajo te pasa

Le dije bancá que compró

Ehh salen 20, dame 10

Y estaba sacando su cartel pero antes yo saqué el mío que decía

Si te cabe la igualdad de género qué querés

Y me dio los 10 porque su superyó feminista

Visto desde arriba

Se estaba desmoronando

Compré los camaleón que salen 15 y me quedé con los 5

Me dijo vamos a mi casa

Le dije tomatela ortiva, vamos a la mía

Al otro día nos despertamos y estaba mi vieja

Las presenté

Mamá, chonga

Chonga, mamá

Mi vieja me miró raro

Y sacó su cartel de qué carajo te pasa

Ilustración: Santiago Grunfeld

10:15- 10:28

Me la encontré un cuatro de julio, mucho frío. Yo salía de un recital de una de esas bandas que escuchaba y ella venía de tomar mate de la casa de una de esas amigas que tenía. Cuando la crucé le pregunté la hora porque quería saber qué hora era. Después también le pedí fuego, porque una vez que supe la hora vi que ella era muy linda y pensé que no quería que nuestra relación termine en eso, en un diez y cuarto and go. Sacó un encendedor y esperó a que yo sacara un cigarrillo, y no tuvo suerte. Querés un cigarrillo también, tomá. No, no fumo, me llamo Fede. Ella me miró sorprendida y yo le pedí que me dijera su nombre y prendiera el encendedor. Hizo las dos cosas al mismo tiempo: me gustó mucho eso. Te quería ver mejor la cara porque tenía la hipótesis de que eras muy linda. Y a qué conclusión llegaste. Tus ojos son lindos; la nariz zafa; tenés algo feo en la boca, pero. En líneas generales te pongo un siete. Me preguntó si escuchaba Los Piojos. Yo tenía puesta la remera de Metallica. Le dije que sí. Son malísimos, me dijo. Y no te gustan, sos un mentiroso. Le dije que ella me había preguntado si los escuchaba, no si me gustaban. Le dije que, de hecho, sí me gustaban. No dijo nada y se quedó esperando como si fuera mi turno. La invité a tomar unos mates a mi casa, acá a dos cuadras. Me dijo que era una rata, mates me ofrecés, y dijo que no iba porque recién venía de tomar mates con las amigas. Entonces seguro que te gusta el Tang de pera, le dije. Me dijo que no era muy arriesgado eso, que era como decir que le gustaban los Beatles, a todo el mundo le gustan. Pero que hoy no estaba de humor para Tang de pera, dijo. Tiré un lance: me gustan Borges, Saer, Arlt y Góngora, dije. A mí nada más me gusta Cortázar, dijo. Me reí y le dije que Cortázar no existía. Me dijo que sí, que había escrito varios libros. Sonreí y le dije que me parecía que ya había llegado al ocho, ocho y medio quizás, y a ella le parecía que yo le tenía que dar un beso para dejarla llegar al nueve, dijo. Le dije que con tan poco culo del ocho y medio no podía pasar. Le acerqué la boca y justo vi el reloj. Volví para atrás. No, un beso dura mínimo quince minutos y yo a las once tengo que estar en mi casa, dije. Me dio su número y después me fui y a los dos meses conocí a una chica de seis y medio medio mala onda, con la que me casé y tuve hijos, y ahora nos estamos yendo a ver una peli.

Ilustración: Santiago Grunfeld

Ben Ru

-Hola

-¿Vos decís?

-Sí, de una: hola.

-Bueno, dale: hola.

-Buenísimo, che.

-Y ahora qué.

-Uy, no sé.

-¡Uh, la puta madre, qué complicado que es esto!

– A ver, busca en Internet a ver qué dice.

-Dice: “Después del hola se conversa un rato”.

-¿Dice sobre qué?

-No, no. Bah, dice: tema libre.

-¡Ah, cómo nos cagaron!

-¿Ves? ¿Para qué dijiste hola?

-Sí, la verdad ¡Callejón sin salida y la madre, el nuestro!

-Bueno. Ehhh… ¿La globalización y sus efectos en la forma de concebir las relaciones

interpersonales te copa como tema?

-No, me gustaría más hablar sobre mi perro. Le decimos Cucho.

– ¿Y yo qué puedo decir sobre tu perro?

-Nada, dejame hablar a mí.

-Ni ahí, yo algo voy a decir.

-Bueno, dale ¿Querés adivinar qué come, cuándo ladra, cuánto ladra, cuántas vueltas da por

día persiguiendo su propia cola? No sé, hacé como quieras.

-Bueno, dale, hablá vos.

-No, yo ahora no hablo. No me gusta que me obliguen a nada.

-¡Nos vamos a quedar acá para siempre si no hablamos de algo!

-De qué vamos a hablar si no hay un solo tema.

-No hay un solo tema porque… A todo esto, ¿vos quién sos?

-A todo esto, ¿Vos quién sos?

-A todo esto, ¿yo quién soy?

-¿Y yo?… A todo esto, digo.

– A todo esto: ¿no será que ni siquiera somos?

-¡Qué no vamos a ser! ¿Me ves cara de no ser a mí?

-No se te ve muy bien la cara, la verdad.

-¡Uh! ¿en serio?

-Te lo juro. Sí, debe ser eso, debe ser que ni siquiera somos.¿Vos qué decís?

-Mmm…para mí que puede ser.

-Y si puede ser, debe ser.

-Y cómo no va a ser, si es.

-Nada más cierto.

-Bueno, tampoco la pavada.

– Y entonces, ¿ni siquiera somos y nos tenemos que bancar todo esto?

-Bueno, en realidad, si estamos acá, un poco somos.

-No, a mí que me den todo, tanta parcialidad me vuelve loco.

– Y a mí, pero cómo se sale de acá.

-Habiendo hablado de algo.

-Me parece que sin darnos cuenta recién hablamos de algo.

-¿Vos decís?

-Casi seguro de que digo, sí.

-Bueno, pongámosle nombre así podemos irnos.

-¿Y de qué hablamos?

– No hace falta que tenga que ver con lo dicho, pongámosle Rubén.

-¿Rubén? Mejor “Cito”, de Rubencito.

-Bueno, listo: Cito.

-¿Y vos cómo sabías eso? Lo de Rubén ¿No te llamarás Rubén vos, no?

-No, creo que no. Ni idea cómo lo sé. Cuando uno está al borde de la existencia, sabe algunas

cosas.

– Y entonces ahora qué hacemos.

-Fijáte qué dice Internet.

-Dice que la conversación se termina con “Chau”. Pero no lo digamos, yo quiero vivir.

-¿Quéres vivir? ¿Y dónde querés vivir, a ver? ¡Sos un conformista de mierda, esto es una

cagada, sos un pelotudo en una hoja nomás! Además, ya lo dijiste.

-Lo tenés que decir vos también para se termine.

– ¿Y qué me detiene?

-Un pelotudo con una birome, por el momento.

-No por mucho tiempo más: chau.

-Chau, Cito.

Ilustración: Santiago Grunfeld

La selva te malcría

Había una vez un niño, y había, la misma vez, una selva. Al niño lo habían criado dos lianas y, por lo tanto, podía sintetizar luz solar y transformarla en droga. La dieta del pibe eran tres pastis de fotorivotril a la mañana, para arrancar bien tranqui, y un diego de fafafa después del mediodía, para ya ir poniéndole un poco de onda.

Cuestión que el bepi ni un problema hasta los quince años, cuando claro, empezaron a escribir un cuento sobre él y no aguantó la presión y se metió en un quilombito para no decepcionar lectores.

Y ahí vinieron unas hormigas y le dijeron: “Eh, planero, tenés un arreglo, con papá sol para no laburar como dios manda, largá la fotosíntesis y andá a cazar jabalíes si te la aguantás”. Él respondió: “No me la aguanto”, y las hormigas no supieron qué contestarle. A una se le cayó la hoja que transportaba incluso.

De todos modos, no era esa la anécdota del quilombito que quería contar, se me cruzaron las historias.

Cuestión que en un tiro el malandra este estaba meta fotosintetizar, que pin que pan, no lo movías ni con un terremoto, la piel más verde que algo muy verde, y ahí aparece una pantera. ¡PARA QUÉ! Lo vio siendo su propio dealer con tecnología aprendida de la flora y ¡PARA QUÉ! de nuevo: se dio cuenta de que era medio cagón y se le fue a los humos. No le dijo nada porque los jaguares no hablan, viste, y tampoco les vas a inventar un diálogo, porque si ni siquiera te acordás de qué animal era de la oración anterior, menos te va a salir cómo hablan.

Entonces la pantera arrancó a perseguirlo a toda lo que da, y Juancito salió cagando a los re piques. Y ahora imaginensé una persecución re épica por un par de kilómetros de selva hasta que Juani empieza a cansarse mal y baja la velocidad, y ahí la pantera lo está por alcanzar y salta para el zarpazo final, y ahora podemos ir a un corte comercial como para generar suspenso y expectación. Agradecé que esto no tiene dos capítulos y no te quedás manija hasta la semana que viene.

Aprovechamos entonces para decir que Juanchu se había meado encima, pero antes de que la pantera dé el salto final, antes incluso de que la pantera lo vea, o sea, aprovechamos para decir que Juan Ignacio del Corazón de Jesús tiene incontinencia urinaria, no porque sea relevante sino porque nos gusta decirlo, y aprovechamos, además, para decir que la pantera, ahora en cámara lenta, pixel por pixel, está por atrapar a su presa, cuando… Y ahora pueden pasar dos cosas: que el altísimo gato lo destroce y se lo coma, que sería lo más lógico, porque nadie sabe cómo este pibe duró tanto en una selva llena de depredadores, o, lo que efectivamente pasó, que es que un mono que venía viendo toda la secuencia y siguiéndolos desde la copa de los árboles desde hace tres arroyos los alcanza exactamente en ese momento, el de mayor clímax, baja a las ramas inferiores, lo levanta y se lo lleva JUSTO antes de que la pantera lo atrape (nunca visto); pantera que de la bronca aprendió a hablar y lo puteó de arriba abajo, mientras el mono le mostraba la foto que había sacado con la mano con la que no estaba agarrando a Juan, le sacaba la lengua y ponía una cara como diciendo (no lo decía, pero la expresión era muy exacta): “Ahora le muestra la foto a mi chonga y quedo como un crack. Hoy la pongo seguro”.

Y nada, eso, había esa vez.

Ilustración: Santiago Grunfeld

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