Veo como los niños ven: inaugurando
Clara Obligado
He visto que mientras se enfiestan los brotes también se apagan algunas flores allá afuera. Crece la planta de tomate en toda su expansión, pero ya no hay rastros del jazmín, ni una sola florcita donde zambullir la nariz.
La coronita de novia se murió, dijo mi hija preocupada el otro día. Le expliqué que no murió, estrictamente, sino que hizo como una pausa hasta la próxima temporada de flores.
-¿y eso qué significa?
-que la planta está ahí, pero las flores van y vienen
-¿pero qué significa, mamá?
Hace un tiempo se pregunta por el significado de casi todas las cosas. Qué significa un descuento, las cuclillas, llegar-a-un-acuerdo, la corriente del río, qué significa amiguito que dios te bendiga. Usualmente lo que respondo no alcanza -y es que el mundo se abre paso ahí donde no alcanzan los significados, hija-.
A veces soy la que no sé nada (de nada) y otras veces, juntas, pescamos un sentido que nos entusiasma. Como el día que me preguntó por el significado de la palabra arrepentirse, y después de rodeos y muchos ejemplos terminamos cantando la canción de Gilda No me arrepiento de este amor. Fue exitoso.
Pero aquella vez, la de las flores, sin conformarse con mi argumento, volvió a sentenciar que la coronita de novia había muerto, “y murió para siempre”.
*
No es el caso de la pasionaria, nativa y exótica, perseverante a casi todo. La veo enredada y furiosa por todo el alambrado. La he observado todo el año, nunca supe cómo llegó aquí. El barrio está plagado de su belleza, se prolonga por cuadras y cuadras. Un verdadero privilegio tener su flor tan cerquita.
La de mi casa va capturándolo todo, con la pasión que le da su nombre, todo lo que está a su alrededor es alcanzado por ella y sus rulosas ramificaciones. Trepa por la copa del árbol y deja en el camino decenas de su fruto anaranjado -el mburucuyá- colgados arbitrariamente, y también perfectamente.
Se ven como adornos, un arbolito de navidad silvestre.
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Un pan dulce escolta el supermercado. Se acercan las fiestas, qué vértigo. Y yo tan iniciática, tan saliendo del pocito que te cava el puerperio. Pocito lindo pocito sombrío, ambivalente en toda su esencia, confuso, como son las imágenes a blanco y negro: bellas, profundas, exiliadas, encantadoras. Algo se vela por ahí, algo se quiere dejar velado. Que no me de tanta luz, por favor, que me asusto un poco.
Y aquí voy, como nueva en el paisaje, oliendo la estación de ahora, asociando con el entorno, inaugurando una pedaleada tranquila y feroz. Sonriente de más ante los vecinos o el parquero de la cuadra, con ganas de abrazar ese tiempo de regreso. De regreso a un mundo que ya es otro. Suelta y fresca por un ratito, deseante de escuchar historias y problemas y repeticiones ajenas. Curiosamente lúcida a través del cansancio.
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Mi hijo ha cumplido tres meses en este mundo, se ríe a lo loco y suponemos le gusta mucho la luz de la mañana. Ahí expresa una cosa desbordante, de brazos y piernas en acción, ojos abiertos, despampanantes, y sonidos de gran felicidad. Es la luz de la mañana dijo él un día, le gusta la luz de la mañana. Me pareció brillante. Luego todo empezó a indicar que no sólo la luz, sino la mañana en su totalidad eran de su agrado: los olores, los colores, la música, nosotros ahí, todos para él. Bailamos y dormimos mini siestas, elegimos qué nos vamos a poner para salir a andar en coche.
La luz de la mañana, entonces, la primera traducción de su alegría.
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Leo a María Negroni en La idea natural, un librito que lejos de lo romántico, recrea el discurso de la naturaleza en su horror y su deslumbramiento, desde los griegos a la actualidad, quiénes se han atrevido a decir acerca de la naturaleza y cómo lo han hecho. Me llega y lo devoro, me sabe a este momento.
Queda dándome vueltas un poema de Voltaire, quien en el período de la Ilustración plantea su tesis acerca de cultivar un jardín propio:
Bajo esta luz que ha visto
envejecer a los hombres
hay también
lunas reales
lepidópteros hay
y una artemisa
con su pequeño tallo
que cae hacia la altura
nadie pregunta
por los motivos de esa luz
hay un jardín de rey
en el jardín
arquitecturas varias
para amueblar la infancia
un poco triste
de las sensaciones
y también más y otras cosas
como finísima intuición
de no haber sido
más que orfandad
acampando en la tiniebla
canto insoluble este haber
su belleza le viene
de todo lo que parte
del rey que hay en el rey
del mundo que se alumbra
cuando nadie lo escribe
*
Hace exactamente diez años viajábamos por un país pequeño de norte a sur y de costa a selva. Un poco ingenuos ante lo desconocido pero lo suficientemente capaces para durar casi un año en la experiencia. Dos por tres se asoma el recuerdo de lugares alucinantes y otros dignos de temer.
Hace poco rastreé en Hotmail todos los correos que les enviaba a mi familia y amigos: un verdadero tesoro de crónicas y anécdotas que, por supuesto, se han olvidado. En uno de ellos les cuento que estábamos teniendo algunas entrevistas laborales en Quito, emprolijando nuestras “hojas de vida”. Así le llaman en Ecuador al CV, donde transcribimos la mayoría de nuestros estudios, títulos y trabajos, y lo editamos en la medida en que sumamos experiencias en ese sentido. Acá estoy, este es mi cv, pero esto habla sólo un poco de mi.
El modo de nombrar andino es auténtico, sin sofisticaciones: “cuero de chancho”, “cuy asado”, “guagua”, “empanada de aire”, “no-sea-malito”, “mande”. Un poética que se hace a sí misma, en la carta de un bar, en un graffiti o en una conversación.
¿Y qué significa cv, mamá?
Curriculum vitae, del latín
Hoja de vida, del corazón
*
Ahora sí, acompaño un archivo de imágenes. Un idioma singular e íntimo. Es un ejercicio rudimentario, se inventa lo posible, nada sé de ellas: solo un nombre. Escribo y así aparezco, así logro acompañarlas. Darles un sentido.
Observo estas imágenes de Naturalezas muertas y me pregunto por qué las han reunido bajo ese título. No alcanzo a ver lo muerto, no puedo verlo. Veo animales, paisajes, vida. Pienso en la provincia de Misiones a donde quiero ir desde hace años, en la canción de Adrián Berra que dice “hay un mundo debajo del mundo, ¿cuál de los dos es real?”
Adivino la temperatura detrás de esas fotos, la luz que esconden. Imagino un color, una atmósfera selvática, honda y húmeda. Quisiera ser una exploradora visual de la Amazonía y descubrirlo todo. Quisiera haberlas tomado yo, estar detrás de ese foco. Ser lo humano de la obra.
Quisiera
que alguien me cuente
qué significan.