Cuando pude desearlo
ya no estaba allí
Tan regular que un día de atraso despierta dudas. Ya eran nueve días. Tres Evatest negativos: el primero no retuve la orina, el segundo sí, pero lo hice de noche, el tercero retuve y con la primera orina del día. Esperaba que el cuarto despejase alguna duda, sino tenía que hacerme un análisis de sangre.
Me levanté el último martes de abril, con el cuarto resultado, esta vez positivo, una rayita firme y la otra más frágil.
¿Será que es así un positivo? ¿Vos la ves? le pregunté a mi compañero. Sí, me respondió. Está como débil le dije; pero está, insistió él.
Me desperté el último martes de abril con la necesidad insólita de limpiar la casa, de tirar lo que no usamos, dejar espacios vacíos, hacer lugar. Dejé todo a mitad de camino. Había bajado las teteras, dos juegos de té que me regaló mi madre y otro heredado de la madre de una amiga: tazas, tacitas, tazones. Si no iba a tomar más alcohol, que fuera con elegancia. La ropa también, la fui tirando del ropero al piso sin saber qué iba a usar. Me fui a trabajar y todo había quedado ahí, como un montón de cosas inútiles.
¿Qué se hace ahora? Nos habíamos preguntado con las dos rayitas, una fuerte y otra frágil, y ahí nomás le contamos a la familia sin percatarnos del dicho popular “hasta los tres meses no se cuenta”. Pero no se puede ser feliz en soledad.
En la alegría de la familia no entraban mis dudas: que el trabajo, que la literatura, ¿volveré a leer? ¿Cuánto tiempo tendrá mi compañero para jugar a la play? ¿A la cancha, podremos ir? Aún no pagamos el abono, pero estamos a tiempo. Me gusta dormir, se dice que no se duerme. ¿Cuánto voy a engordar? Yo ya tuve sobrepeso ¿Otra vez? Por suerte guardé los pantalones de aquella época.
Lo deseaba ¿Cuándo empieza una mujer a desear ser madre? Un tiempo incalculable. La pregunta está ahí, al acecho, todo el tiempo. Hay que saber si se quiere o no. Hay que dar explicaciones cuando se quiere ser madre, cuando no también.
Qué importante que es sangrar, pensaba, soy un sapo que le arrojaron sal. Algo anda mal, le decía a mi compañero, o son mellizos, una fantasía que me persigue porque no quisiera que mi hijo, mi hija no tenga hermanos o hermanas, pero soy grande ¿Hasta qué edad podemos gestar? “La edad de nuestros ovarios no atiende a supuestas conquistas feministas ni a las transformaciones sociales”, lo había leído en un libro. O son mellizos o algo anda mal, estaba tan hinchada que tenía hambre, pero no quería comer.
Dos días de un Evatest positivo. Me desperté la madrugada del dos de mayo con un fuerte dolor en el bajo vientre. Evatest, pensaba en Eva como el nombre indiscutible. Fui al baño como si orinar me calmara. Nada. Todo el día con tirones en el bajo vientre, como si algo se abriera. Me repugnaba, me dolía más que los ovarios cuando menstruaba.
¿Acaso nos apuramos? Miré el departamento ¿Entrará un bebé acá? Seremos dos adultos, un bebé, un gato. Un montón de seres conviviendo. ¿Nos apuramos? ¿Por qué no viajamos más? Nos faltó cambiar el colchón, ¿Cuánto cuestan los pañales? Fui al baño, un flujo rojizo me obligó a cambiarme la ropa, es flujo, no sangre, me convencí, le conté a mi compañero, me preguntó si quería ir a la guardia, no debe ser para tanto. Quise googlear, pero después la invasión de publicidades de bebés y no quería ver tanto.
No es sangre, mientras no sea sangre está todo bien, lo aclaró el obstetra tres días después. Me tranquilizó, podríamos mudarnos a un departamento más grande o a una casa, miré páginas de alquileres: imposible. No importa. Nos queda un año y medio de contrato, entre los nueve meses de gestación, nace, duerme en nuestra pieza el primer año, ya para cuando lo destete nos tenemos que mudar, con suerte otras leyes de alquileres, alguna ley posible no derogada. Dije destete con cuidado de no confundirme con deteste, una simple s que me cambia el sentido. Que la S esté en su correcto lugar como el saquito embrionario. Dijo el obstetra que hay que esperar a la ecografía para saber que esté en el lugar correcto. ¿En qué otra parte del cuerpo puede estar? Me seguía doliendo el bajo vientre, dolía mucho.
El miércoles 22 de mayo tenía turno para la primera ecografía. Teníamos. No sabía bien si hablar en plural o está bien en singular, por suerte la ecografista me hablaba a mí, me decía que es mi cuerpo y que la decisión, si bien es en conjunto, es mía.
Algo en su pausa al hablar lo anticipaba, no hay mucha orina, dijo, no alcanzo a ver. Entre la orina y la sangre, parecía que ya tenían personalidad propia. Es muy chiquito, hizo una pausa donde entraron todas mis dudas.
No se registra actividad cardíaca, parece que se detuvo en la semana seis. Dijo la ecografista.
Ilustración: Manira All
Detenido significa falto de soltura, de poca resolución, es sinónimo de minucioso, pero también previo a estar preso. Uno queda detenido en la comisaría y luego sale, se detiene el auto y luego arranca. En el mejor de los casos.
¿Está muerto? ¿Se va a despertar? ¿Acaso puedo inyectarme algo? Le pregunté.
Hice cálculos, en silencio, ella hablaba, mi compañero se dio cuenta y la escuchó él. Hace quince días apenas me anoticiaba, es decir dio positivo el Evatest y al otro día se detuvo, o quizás antes. Todo el tiempo que creí que estaba ahí, en realidad ya no estaba.
Quince días con un embrión muerto adentro del cuerpo. Detenido.
Pensé en la ropa que dejé hacía ya días tirada en el piso, las alacenas cubiertas de tazas, tacitas, tazones, quise volver rápido a casa y poner las cosas en el lugar donde estaban.
Pasa muy seguido, dijo la ecografista, más de lo que te imaginás, si lo contás te vas a encontrar con un montón de mujeres que pasaron por esta situación.
Pensar en una colectividad me aliviaba, la pérdida es a nombre propio, pero que seamos muchas despejaba un sentimiento de culpa. No se puede sufrir en soledad.
Hay distintos tipos de embarazo. No es cuestión de soplar y hacer botellas. No es tan fácil. Si no te cuidás, quedás embarazada. No, no es tan así.
Interrumpido- detenido-aborto espontáneo-ectópico- exitoso.
El mío era uno detenido y no se iba a despertar.
Había que despedirlo y había tres caminos posibles: dejar que el cuerpo actúe por sí solo, inducirlo con misoprostol, aspiración con internación.
Llegué a casa con la decisión tomada. Nunca me había resultado tan rápido tomar una decisión. Mi compañero me había dado el lugar suficiente, yo te acompaño en lo que decidas, me dijo y lloré. Lloré en el ascensor del sanatorio, en el consultorio de la ecografía, en el taxi, en el living del departamento que ahora me resultaba enorme, en cada mensaje que le mandé a mis amigas y les conté, les pedí disculpas por haberlas dejado afuera cuando era una buena noticia, pero necesitaba que ahora sepan.
Sabía que no quería internarme, me impresionaba la sola palabra aspiración.
Aspirar: atraer el aire hacia los pulmones, querer conseguir algo.
El cuerpo puede tardar entre 30 y 40 días en expulsarlo ¿Tanto tiempo se tomará el cuerpo? Misoprostol, ya lo había militado.
Pagamos 95 mil por esto. Un amigo que hace guardias en hospitales nos dijo que nos la deberían dar, pero parece que ya no están entregando. Mi compañero hizo compras como para un fin de semana en cuarentena. Todos los síntomas que me advirtió el obstetra, los tuve. Como para no dudar. Cuando fue un embarazo, no hubo síntomas.
Primera dosis: cuatro pastillas sublinguales. Un atropello de chuchos de frío, imparable. Flujo amarronado. Entre una dosis y otra, un tiempo de no dolor en que me levanto, camino, intento hacer algo.
Segunda dosis: Cuatro pastillas sublinguales. Dolor, respiro, dolor. Me duermo. Un calor súbito me saca de la cama, corro al baño.
Sentada en el inodoro, cago, vomito, sangro.
Mi compañero me habla y no respondo. Limpia los desechos sin asco y en silencio.
Tercera dosis: cuatro pastillas sublinguales. Una imagen que empieza a atormentarme.
Angustia.
Quedo detenida en esa imagen, esperando que algo me despierte o me expulse.