IMAGINEN TRES ATAJOS A UN MISMO LUGAR / Mariano Mussi

Lo que pueden los peces

Bajo el agua se piensa

mucho más de lo que se puede.

Pese a todo, los peces saben

que más allá del espejo del aire

hay otro mundo

y que lo sepan sin poderlo

es tan hermoso

que no tiene remedio.

¿Por qué desearte una felicidad así?

Porque, sabrás,

no hay fluido que escape a esta realidad:

sueñan los peces con lo que piensan y no pueden

y otro tanto nosotros

y los otros.

Verás,

para los sueños los fluidos no cuentan

sino el espejo del río con la noche,

y de la noche con las estrellas.

Ilustración: Santiago Grunfeld

La vergüenza

Estúpidamente vencido,

envenenado de vértigo y náuseas,

envuelto en edredones de lana cruda

que le pican donde la piel está desnuda,

en la cara y el cogote,

edredones de colores primarios y brillantes que él recuerda

porque ahora el rancho está oscuro

y los rojos y amarillos y azules se han apagado.

Le pican también los rostros morenos y borrachos

de niños recién amamantados,

del comisario y el jefe comunal,

que no eran ni lo uno ni lo otro

porque aquel rancherío de la montaña

no llegaba, ni con mucha gracia,

a pueblo.

Lembra y se asusta por los huecos,

los lapsus que el alcohol dejó

y en los que cualquier cosa podría haber ocurrido,

aunque seguramente nada grave.

Rosita morena y silenciosa se movía entre ellos, diligente,

llevando platitos con mote y papa,

juntando los cristales de los vasos rotos;

Rosita morena que se ha quedado sola,

en lo alto de la montaña,

y disimula su ahogo de oxígeno y de amor:

Ninguno de sus hombres volverá,

espalhados por lejanos continentes.

Rosita diligente

le ha quitado los zapatos

y lo ha envuelto en edredones

que le pican la cara y el cogote,

y sabe por eso que, tal vez,

no haya maltratado mucho a esa mujer:

no ha cometido otra falta más que embriagarse

y perder el sentido

y devolver los restos de mote y papa

que quedaron depositados como bosta pálida

en el suelo del rancho,

junto a la cama.

Está despierto. Hace rato que afuera todo está callado. Clarea.

Hay trastos que comienzan a sonar

aunque la humana actividad que los empuja

permanezca sumida, imperceptible.

La puerta se abre, cuidadosa de no despertarlo.

Él ya espiaba por el hueco de la caverna de edredones de lana cruda.

Rosita se acerca y no puede evitar el bisbiseo de las alpargatas.

Él cierra los ojos. No quiere ver. Aprieta los dientes dentro de la boca.

Rosita trapea su mugre.

Afuera, entre las montañas, canta un gallo.

Ilustración: Santiago Grunfeld

Piano sido

“Vim só dar despedida.”

Marcelo Camelo

¿Es pasado

es mentira

es soñado este piano

este niño que sueña arrullado

un sueño redondo y feliz?

¿Es pasado

es mentira

es soñado este perro echado

junto a la ventana del piano

donde un niño sueña arrullado

un sueño redondo y feliz?

¿Fue pasado y ya no es la noche fresca del campo,

el perro dormido,

el niño soñando

y el hombre cantando

en susurros

que no ha venido a dar despedidas?

Lo hermoso compra pasajes de ida

va y viene entre lo sido y lo después

y la noche del campo es

la noche que fue,

y el perro

y el piano

y el niño que sueña arrullado

un sueño redondo y feliz,

fueron, siendo, lo que son

Cuando es el hombre que canta apenas

quien vino a dar despedida.

Ilustración: Santiago Grunfeld

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