- Imagine…
Imaginen un o una guionista que escribe el guión de una película con el mayor detalle posible: consigna si es de día o de noche, si la acción transcurre en un interior o en exteriores; presenta los personajes, narra lo que sucede entre ellos, determina un tono emocional de la escena y hasta su efecto estético… pero, en vez de tratar de producir la película, se reúne con los espectadores y les lee su guión. No son ya espectadores sino oyentes, que escuchan el relato con atención profunda desde un silencio interior, y a la vez que lo escuchan van aplicando su imaginación activa para representarse lo narrado.
La acción de la película ya ha sucedido, sin embargo, en la vida nocturna del guionista: se trata de un sueño. El guionista es un soñante, o una soñante, que lleva un diario de sueños. Los oyentes son espectadores sincrónicos de lo producido a partir del relato por su propia imaginación; su función es “resonar en el resoñar” del sueño del compañero. Son un grupo pequeño, de no más de quince personas, quizás aún menos.
Esa escena –pero sin la mediación del texto escrito– era presencial en antiguas comunidades humanas, y sigue existiendo en las sociedades no del todo modernizadas. El guionista y los oyentes de nuestra historia, sin embargo, no están juntos en el mismo espacio concreto sino sólo en un tiempo, un momento compartido a distancia en el que se sincronizan desde sus computadoras en interfaz: cada cual desde su casa, dormitorio universitario, hotel o el ámbito seguro y con buena conectividad que hayan encontrado. Es una reunión por zoom que toma la estructura de un sueño compartido, como si fuera un acceso en común a uno de esos espacios recurrentes… tan comunes en cierto tipo de sueños, donde nos reencontramos con los mismos personajes de algún sueño anterior.
Mi función como docente de Taller de Escritura de Sueños con Casa de la Poesía es guiar estos encuentros. No interpreto, no inculco dogmas, no me atengo a una única teoría. Ofrezco un calidoscopio de vistazos, ventanitas, puertitas, chispazos de otras visiones del mundo, de ideas provenientes de diversas disciplinas científicas o artísticas pero sin comprometernos a fondo con ninguna de ellas: ni con el psicoanálisis, ni con la antropología, ni con la etnografía ni con la historia del arte moderno, y mucho menos con la historia de las religiones y las corrientes esotéricas o místicas. Muestro breves atisbos del elixir que los más diversos visionarios han traído de sus incursiones al otro lado –ese mismo otro lado al que vamos cuando soñamos– y siempre les digo: “No me crean”. Porque a la genuina fuente de conocimiento la hallarán en sus propios sueños.
- Crear comunidad: un objetivo posible
El objetivo de mi taller de escritura de sueños es crear comunidad a partir de la práctica de compartir sueños. En esto me alineo, en cierta medida, con una tendencia dentro del dreamwork que se llama social dreaming. Para eso propongo un marco ético basado en dos pilares. Uno, la confidencialidad: todo sueño que se narre en el interior del taller permanece en el interior de ese grupo de taller, a menos que el o la soñante elija “donarlo”. Y el otro pilar es la autoridad del soñante. No avasallamos con una interpretación. La autoridad sobre el sueño la tiene quien lo sueña. La hora y media de cada uno de los encuentros funciona como un espacio de producción de experiencia, donde el o la soñante trae su sueño, y los demás soñantes traen una escucha atenta y abierta y activa, a través de la cual vamos creando entre todos la experiencia de ese sueño. Las preguntas que le podemos hacer al soñante tienen que ver con activar aún más esa imaginación, entendiendo la imaginación como un método constructivo de conocimiento y no como deriva ociosa de la fantasía. Esto es para que podamos -como ya dije en la viñeta inicial- ver una película que nunca fue filmada, como si el guionista se sentara con el guión de la película y lo leyera en voz alta y los espectadores en vez de ver la película fueran construyéndola en sus mentes. Entonces, cuanto más preciso el relato, más intensa la experiencia compartida donde se ponen en común no solamente imágenes, no solamente el relato en sí, sino también las emociones que el soñante trae en relación con ese sueño. El o la soñante resueña su sueño y todos resonamos en ese resoñar, y al final del encuentro hemos producido experiencia. Nos llevamos de ahí una experiencia compartida y eso es lo que va creando lazos. En los dos meses con cada grupo se generan lazos, se crea una comunidad provisoria a partir de esa posibilidad de crear experiencia, y viceversa: la comunidad provisoria fue creada para darle sentido al soñar. El taller semeja una pequeña cultura o aldea que nuestros sueños van tejiendo.
Ya desde el comienzo, enseño técnicas: técnicas en cuanto al dormir, en cuanto al prepararse para dormir, en cuanto al recordar sueños; enseño técnicas que ayuden a recordar sueños y técnicas para narrarlo, de la manera más fiel posible, sin interpolar interpretaciones, para producir un informe onírico que no tiene ninguna pretensión de constituir texto literario pero que sí tiene que ser lo más fresco en el tiempo y lo más fiel posible a la experiencia onírica, y también enseño mínimos parámetros narrativos para organizar ese material experiencial. Porque el sueño tiene la mala fama de caótico, pero a veces hay sueños que tienen una linealidad, que son como películas. Y le doy al texto sobre el sueño el valor de una crónica, si bien no de un trabajo literario, pero sí de una crónica: pienso a cada soñante como un cronista o como una cronista de su propia experiencia onírica, de su propio viaje, de su propio haber estado ahí en ese otro lugar.
Cada soñante viene a este otro lado trayendo un relato, algo que se puede contar, que es la condición también de la creación de experiencia: tener algo para contar y contarlo, a otros que escuchen el relato, y para que puedan contar el sueño también enseño parámetros narrativos propios de la crónica, propios del relato de no-ficción. Todo relato de no-ficción sigue unos ciertos parámetros que ayudan a que el relato no sólo sea coherente y cohesivo sino que sea fiel, fidedigno, que transmita información. Y es muy importante que la acumulación de todos esos relatos en el día a día, a la larga, vaya constituyendo el diario de sueños. Llevar un diario de sueños se parece mucho a llevar un diario; sólo que se centra en la experiencia onírica, en lo que recordamos al despertar. Y esa serie tiene la función de ser releída, porque también es muy importante volver atrás sobre ese diario, y la idea de narrarlo lo más fielmente posible es también para poder resoñarlo al leer el relato que hemos creado sobre nuestros propios sueños.
El relato tiene que tener la función de llave, de clave de acceso. Cada entrada del diario tiene que estar escrita de tal manera que al releerla podamos re-experimentar el sueño, podamos volver a estar ahí. Porque eso es lo que vamos a tener que hacer en el grupo al releerlo para poder llevar a todo el grupo ahí, a ese lugar donde estuvimos al soñarlo.
- Un caleidoscopio multicolor, multicultural y multidisciplinar
Mi abordaje teórico es multicultural y multidisciplinar. Es muy abierto y nada dogmático. Me interesa especialmente la manera que tienen algunos pueblos originarios de relacionarse con los sueños: cómo entienden el sueño las comunidades mapuches, por ejemplo. Hay trabajos etnográficos sobre eso, que podemos consultar, y también es muy importante remontarnos a la Antigüedad Clásica: qué pensaban los antiguos griegos y romanos sobre el soñar, qué acervo mitológico produjeron en relación con el soñar. Y todo el tiempo me voy remitiendo además a esa disciplina contemporánea que se llama dreamwork, “trabajo con el sueño”, de raigambre post-junguiana: esto quiere decir que hay muchos terapeutas transpersonales que se basan en las teorías de Carl Gustav Jung y quienes a partir de Jung han encontrado un puente entre distintas disciplinas, como por ejemplo entre el psicoanálisis y la antropología, o entre la crítica estructuralista y el psicoanálisis. Y también aporto construcciones de mi propia cosecha, y el espacio está abierto a aportes de cada soñante. La interpretación siempre se posterga: trato de que podamos soportar la incertidumbre respecto de la pregunta ¿qué significa un sueño? y trato de que pongamos en cuestión esto que nos viene dado, la idea que aprendimos de Sigmund Freud –que es muy valiosa, la valoro mucho pero a la vez pido que la pongan en cuestión– que es la del sueño como un texto que necesariamente debe ser descifrado.
Detrás de esta multiplicidad de enfoques en el marco teórico, existe un objetivo práctico: agenciarnos una caja de herramientas. Una caja de herramientas es algo que llevamos. Al abordar el relato de un sueño, yo quiero que dispongamos de una caja de herramientas. Quiero que cada soñante vaya haciéndose hábil en la elección de qué herramienta es la más adecuada ante cada sueño o imagen. Entonces doy esas pildoritas mínimas de información que después se pueden ampliar; comparto además una carpeta con libros que cada cual puede leer. Pero cada sueño es distinto, cada soñante tiene su estilo distinto de soñar, y al tratar de comprender -no necesariamente de interpretar: de comprender, de hacerse cargo de su sueño, de incorporarlo a la experiencia individual y social- contaremos con una amplia diversidad de herramientas, ninguna de las cuales es una verdad absoluta, ni pretende serlo, ni la traigo como tal, pero puede ser útil a la hora de detenernos a pensar cuál es el valor de esa experiencia onírica que hemos vivido.
- Narración, lejanía y producción de experiencia
La grupalidad en la comprensión de los sueños opera en el sentido de esto que en teatro se llama convivio. Esta posibilidad de producir experiencia depende de muchos factores. En primer lugar, hay que haber generado un espacio de confianza: yo trabajo mucho en ese sentido, por eso hay un marco ético. Generado ese espacio de confianza, no sólo les enseño al grupo de soñantes unas técnicas para hacer comunicables las experiencias oníricas, sino que al mismo tiempo motivo a que cada soñante asuma el compromiso y la autodisciplina diaria de comunicar sus experiencias oníricas por escrito. Por último, tenemos que disponernos a la escucha. Allí también transmito tips, truquitos para poder predisponernos a la escucha: una escucha muy abierta, una escucha desde el silencio interior, pero no una escucha pasiva sino activa. Tenemos que seguir con la imaginación el relato. O sea, estamos recuperando de algún modo la narración oral, la tradición milenaria de la narración oral. Pero no la narración oral de ficciones, no la narración oral de mitos –si bien muchos sueños tienen una estructura análoga a la de muchos mitos– y no la narración oral de hechos concretos en el mundo material, en el mundo físico, sino la narración oral de sueños. Pero con apoyo en la escritura, en la escritura diaria del diario de sueños que nos permite fijar y estabilizar la evanescente seda del mundo onírico. En ese sentido me siento muy cerca de Walter Benjamin cuando en su ensayo “El narrador” habla del viajero que viene de lejos a contar algo a sus oyentes que lo desconocen: no lo han visto nunca, por ejemplo Marco Polo cuando regresa de la China, o el campesino que relata historias y costumbres de sus ancestros en un tiempo muy pretérito. Entonces el narrador, ese narrador, pide confianza de sus oyentes, y trae una experiencia, y la trae de un lugar que es inaccesible a sus oyentes, por eso es importantísimo el pacto de confianza. El relato oral es una construcción colectiva. Y en esa construcción colectiva se produce una experiencia. Si los oyentes son buenos oyentes, van a salir de esta experiencia de su escucha trayendo algo que va a formar parte de su propio acervo de experiencia. Si la alquimia funciona, vamos a tener en nuestra memoria –sumado como propio– un sueño nuevo que jamás soñamos.
BIO
Beatriz Vignoli nació y vive en Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. Es escritora, poeta, traductora y crítica de arte. Colabora desde 1991 en Rosario/12. Publicó libros de poesía, ficción y crónica. En 2020 dio el taller de escritura de sueños En la selva del soñar, coordinado y producido desde Rosario por el Centro Cultural Parque de España. Fue la primera edición en forma remota (vía zoom) de una serie de talleres de escritura de sueños que venía dictando y coordinando en forma presencial e independiente desde 2018. Ha obtenido importantes premios en poesía, narrativa y crítica. Sus publicaciones más recientes son Lemuria (Mansalva, 2022) y Expreso (Editorial Biblioteca, 2022).