LES ANCESTRES / Iván Roldán

Todas las tardecitas siguen siendo tu té.
Su belleza facial limitaba con el filo del rebenque.
Me enteré en una apnea del sueño que tus tazas de mate cocido eran mi sistema
respiratorio.
Siempre me recordabas que en el radioteatro conociste al verdadero amor, que sin esas
voces remotas hubieras estado condenado a sólo oír los golpes
.
En el fondo de la memoria soñé tus manteles de domingo.
Al lado de tu silla de mimbre siempre hay un niño que aluniza.
Del sol de noche me has enseñado su espalda, “nunca olvides que encandilarse de luz
depreda a las liebres, hijito”.
Los colores del pelo, los de los mosaicos calcáreos, los de las estatuas romanas, incluso los de nuestros cuerpos una vez hueso, todos, unos tras otros, se arrugan en blanco.
 
El color es el manto de una memoria joven. En su noche amnésica, sólo un resplandor
óseo, misterios de luz mala.
¿Cuánto tiene que ensombrecerse el tiempo para que una mesita de luz se vuelva tumba?
Textos: Juan Cruz Catena
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