“Que cosa es el amor,
medio pariente del dolor,
que a ti y a mí no nos tocó,
que no ha sabido, ni ha querido, ni ha podido
por eso no estás conmigo…”
Liliana Felipe.
Belvedere es el nombre de un espacio arquitectónico, tomado de la lengua Italiana, cuyo significado es Bella vista, se trata de un lugar privilegiado desde el cual se obtiene una visión especial y notable del resto de la composición del lugar.
Belvedere es también un cuento que Raymond Carver escribe en 1981.
A la pareja de ese cuento, Holly y Duane, le había tocado el amor pero le había tocado también otra cosa del amor, la infidelidad, y con ella los celos, el odio, el dolor, la tristeza, el duelo y ¿otra vez el amor?, ¿el amor aún?
“- Duane, esto me está matando, tengo el corazón destrozado, se me ha vuelto de piedra. No valgo nada”[1]
Esa tarde Holly había amenazado con tirarse varias veces por la ventana, estaban bebiendo y hablando de cómo seguirían.
-“Algo ha muerto en mi- dice ella-. Le ha llevado tiempo pero ha muerto. Has matado algo; es igual que si lo hubieras partido con un hacha”[2]
La expresión corazón roto, o corazón partido es común de escuchar en las decepciones amorosas, hay algo para ubicar en torno a la unificación que produce el amor en relación a la imagen del yo, y lo contrario, la partición, vivida como una amenaza, hasta de desintegración cuando el amor muere. Sabemos por Freud que la pérdida de amor en una mujer es un nuevo anoticiamiento de la angustia de castración, una confrontación con la falta.
Si el amor cuándo muere mata, ¿qué es lo que mata sino esa unificación? Esa unificación yoica, y también esa ilusión de hacerse uno con el otro, en correspondencia a una ilusión yoica e imaginaria de composición, que de ese dos nace el uno. En esta pareja pareciera ser que no sólo se desintegraba el amor, el amor de a dos, sino que en ella producía una amenaza de desintegración del yo, ahí sí podemos leer mejor que algo de lo pulsional acechaba la vida de ese yo de Holly, el amor, el narcisismo unifica y en esa unificación se estabiliza algo del caos pulsional originario, cuando ese narcisismo está amenazado, roto o en caída, el trabajo pulsional vuelve a ponerse de relieve sin esa estabilización narcisística y a veces se impone el pasaje al acto.
-“No digo tonterías. No es ninguna tontería irse a Nevada. Tú puedes quedarte aquí con tu chica de la limpieza. Yo voy a Nevada, es eso o me mato”[3].
Es en Pulsión y destinos de pulsión dónde Freud mejor aclara en el uso conceptual la diferencia y el distingo que podemos hacer entre las pulsiones y el amor; “caemos en la cuenta de que los vínculos de amor y de odio no son aplicables a las relaciones de las pulsiones con sus objetos, sino que están reservados a la relación del yo total con los suyos”[4] las pulsiones no aman ni odian, el amor y el odio es algo que le pertenece al vínculo del yo con sus objetos, y muchas veces cuando el vínculo de amor con el objeto se ha terminado, no es raro que sea reemplazado por el odio hacia el objeto, uno de los problemas es que cuando no se desplaza, ese odio es el que puede dar muerte al yo y producir un pasaje al acto como vemos en una de las salidas que Freud plantea para la melancolía.
Por otro lado, lo que le pasa a la protagonista de nuestro cuento, podemos situarlo en relación a una de las articulaciones que hace Lacan respecto del amor, en tanto función paterna que hace metáfora y nudo. Quedarse sin el amor de ese hombre la toca en lo real del cuerpo y la desestabiliza, la desanuda, la desarma. Ante la pregunta de qué mata el amor cuando muere, también podemos construir esa respuesta, extingue la metáfora del amor y como consecuencia puede consumir su función de nudo, y es esto lo que lo hace tan peligroso en algunas estructuras, cuando el amor se termina, muere y mata, poniéndose de relieve en este punto no sólo los pasajes al acto suicidas sino también los homicidas.
Ahora bien, volviendo a interrogar la relación pulsión-amor ¿no es acaso la libido y su empuje desde la pulsión lo que hay detrás del amor? ¿No es pesquisable un carácter pulsional detrás de las relaciones de amor y odio entre el yo y sus objetos?
“La bebida es algo extraño. Cuando miro hacia atrás y pienso en ello, veo que todas las decisiones importantes las hemos tomado mientras bebíamos. Hasta cuando hablábamos de la necesidad de beber menos: nos sentábamos en la mesa de la cocina o en la de picnic de afuera con un cartón de seis latas o una botella de whisky. Cuando pensábamos en instalarnos aquí estuvimos un par de noches bebiendo mientras sopesábamos los pro y los contras”[5].
La pulsión oral en el encuentro amoroso, ¿será en esta pareja el punto dónde no hay muro?, sabemos por Lacan que también por el lado pulsional se expresa la demanda, sólo que en este caso no se encontraría articulada al deseo, como se demuestra mejor en el caso de los otros objetos, en el invocante y el escópico que son más independientes y desprendidos del campo de la necesidad, y más cercanos al campo del deseo.
“Aprieta los labios y me dedica esa mirada tan especial.
-¿Duanne?
-¿Holly?
Mi corazón late más despacio. Espero. Holly era mi verdadero amor”[6]
“Lo de Juanita era cinco días a la semana, entre las diez y las once. Lo hacíamos en cualquiera de las habitaciones que estuviera limpiando. Éramos muy cariñosos el uno con el otro, pero rápidos. Creo que Holly quizá podría haberlo soportado. Creo que lo que tendría que haber hecho era intentarlo de verdad”[7]
Lo que a Duanne le podía parecer llevadero y soportable para una mujer, el psicoanálisis enseña que justo ahí es donde un hombre puede convertirse en un estrago, dado que una mujer no se lleva muy bien con la contingencia. La contingencia se vuelve en la mayoría de los casos profundamente insoportable para ella y es por eso que de la contingencia del amor se hace una necesidad.
En esta pareja de Carver, por otras contingencias, el amor se estaba terminando y eso repercutía en la vida de ese hombre y de esa mujer, repercutía hasta desmoronarlo todo.
“Las cosas empezaron a empeorar vertiginosamente. Nos faltaban fuerzas para seguir, así de simple. Dejé de limpiar la piscina… ya no arreglé más los grifos, ni puse más azulejos, ni hice más retoques de pintura. La verdad es que estábamos empinando el codo a conciencia. Sabíamos que nuestros días estaban contados. Habíamos echado a perder nuestras vidas”.
Ahora bien ¿podemos conjeturar que lo echado a perder era el amor, o era más bien el deseo? que por la búsqueda de la satisfacción de un goce imperdible el personaje masculino del cuento elige ir por la via de la degradación de la vida amorosa e inclinarse a una satisfacción tan cotidiana y pasajera como “tumbarse a la cama”[8]
y así dejar que el deseo se pudra, se eche a perder; si pensamos que lo extinguido entre ellos era el deseo y no el amor, ¿había modo de relanzarlo?, ¿podían ellos y cada uno reencontrar ese objeto de deseo en el otro a través de su falta? ¿Podían reencontrarse?
Dónde habrá que ir para retomar el camino del deseo, hacia qué lugar de la historia personal o del inconsciente ha de conducirse un sujeto que quiere volver a encontrar eso que quiso, qué marcas deberá volver a visitar para orientarse en esa búsqueda, qué huella.
“Abrimos los ojos y nos volvimos para mirarnos el uno al otro. Habíamos llegado al final de algo y la cuestión era encontrar el modo de empezar otra vez”.
A veces, empezar otra vez para una pareja es eso, empezar otra vez, una vez más ir al comienzo, situarse en un comienzo, reiniciar el camino. En la pareja de Holly y Duane pareciera que ese final que abría un nuevo principio se hacía con la mirada que indica una vuelta nueva por el deseo. ¿Para dónde y qué, era lo que podían mirar para reiniciar y empezar otra vez?
Si “el amor es vacío”[9] tal vez para esta pareja se trataba de conquistar nuevamente el vacío que en su borde hace nacer desde él no sólo al amor sino al deseo, una nueva invención para encontrar el modo de empezar otra vez, como lo hicieran Delia y Jim[10] en la historia de O’Henry que en la imposibilidad de completar al Otro, el deseo se relanza más allá de los espejismos imaginarios y de los objetos, ¿desde el vacío?
_ “Holly, ¿Qué crees que podamos hacer ahora?…
_ ¿Te acuerdas de cuando éramos unos chiquillos antes de casarnos? – dice Holly – ¿De cuando teníamos grande planes y esperanzas?… ¿recuerdas aquella vez que llegamos a una vieja granja… y llegamos a aquella casa?… ¿Nos imaginas a los dos haciéndolo ahora? Recuerdas que nos enseñaron los alrededores y que había un belvedere allá atrás, tenía un pequeño techo puntiagudo, se le había ido la pintura y crecía la maleza. Yo pensé que también nosotros estaríamos así cuando nos hiciéramos viejos. Llenos de dignidad…
_Holly, también recordaremos todo esto algún día”[11] Ir al belvedere para volver a encontrar esa mirada, y que desde ese vacío, todos los belvederes tienen ese espacio de vacío, poder reanimar ese deseo quizás sofocado por los objetos de goce o por los objetos de amor. El deseo sólo se reanima volviendo a situar la falta en su relación con la causa, asumiendo un punto de vacío, punto por el cuál insiste en ese encuentro o reencuentro un imposible, por más recuerdos a los que se apele para capturar nuevamente algún deseo, cada recuerdo no hace más que presentar la forma de lo imposible, la forma que tiene la causa que es vacía. Desde allí quizás nuestra pareja tenga alguna causa, aún.
Ilustración: Juan Cruz Catena
Referencias bibliográficas
Carver, R. (1981) De qué hablamos cuando hablamos de amor. Bs. As. Anagrama.
Freud, S. (1915) Pulsiones y destinos de pulsión. En Obras Completas, Tomo XIV. Bs. As, Argentina. Amorrortu 1992.
(1915) Introducción del narcisismo. En Obras Completas, Tomo XIV. Bs.As, Argentina. Amorrortu 1992.
Lacan, J. (1957) El Seminario de Jaques Lacan, Libro 4. La relación de objeto. Bs.As, Argentina. Paidós 1999
(1963) El Seminario de Jaques Lacan, Libro 10. La Angustia. Bs.as. Argentina. Paidós 2006.
(1974) El Seminario de Jaques Lacan, Libro 20. Aun. Bs.As. Argentina. Paidós 2008.
Salamone, L. (2010) El amor es vacío. Bs.As. Argentina. Grama 2010.
Soria, N (2011) Los nudos del amor. Bs. As. Argentina. Del Bucle 2011
[1] Carver, R. (1981) “Belvedere” en De qué hablamos cuando hablamos de amor. Bs. As. Anagrama.
[2] Ibíd pag 28.
[3] Ibíd pag 30.
[4] Freud, S. (1915) “Pulsiones y destinos de pulsión”, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu.
[5] Ibíd pag.31.
[6] Ibíd pag.31
[7] Ibíd pag 31
[8] Ibíd pag.29
[9] Salamone, L. (2010) “El amor es vacio”. Bs.As. Grama
[10] O’Henry. “El regalo de los reyes magos”
[11] Carver, R. (1981) “Belvedere” en De qué hablamos cuando hablamos de amor. Bs. As. Anagrama.