Ilustraciones: Martina Zorzón
Textos: Juan Cruz Catena
De ese juego de la silla creció mi desarraigo.
Al gritar tu nombre jugamos, por primera vez, a las escondidas.
No podía esconderme. Temía que, de no verla, desapareciera.
Un espejo sepultado, mudo, sólo refleja destinos.
No sabíamos contar, tampoco las reglas del juego, nos mecíamos como fantasmas.
Me escondía debajo de unas sábanas que tenían escritos garabatos de dios.
Bajo su manto, avanzaba, en los errores del mundo, sin destruirme.
Oculta un sillón gris la plegaria silente de su llegada.